Ramana Maharshi & J. Krishnamurti
CONCIENCIA DESPIERTA
Instrucciones espirituales, entrevistas y testimonios inéditos
Patrick Mandala
Video presentación: https://youtu.be/HMYflDTRB-8
Las personas de mentalidad espiritual tienen la costumbre de difuminar las distinciones entre las enseñanzas de un Maestro y otro. En realidad enseñan lo mismo (nos dicen), pero en tonos aparentemente diferentes. Pero todo esto puede ser el resultado de una forma perniciosa de pereza o superficialidad, de no escuchar con atención y profundizar en lo que se dice, de bordear las «fronteras», cuando lo que se necesita es desarrollar una discriminación clara.
Tomemos, por ejemplo, las enseñanzas de Râmana Mahârshi, por un lado, y de Krishnamurti, por otro. Algunos de sus respectivos estudiantes o discípulos dicen que sus enseñanzas son similares, pero transmitidas en un lenguaje muy diferente.
Râmana Mahârshi y Krishnamurti insisten en que la respuesta a los problemas de la vida está en nuestro interior; que todo lo que necesitamos está en lo más profundo de nuestro ser, y que es la mente la que se interpone en el camino. En esto, por supuesto, están de acuerdo con todos los verdaderos sabios y «rishis». Al final, no debemos (citando a Buda) «refugiarnos en el exterior, sino sólo en nosotros mismos».
Según K.: “Conocernos a nosotros mismos, ver la complejidad del proceso de nuestros propios pensamientos, respuestas y sentimientos, nos exige estar especialmente atentos. Entonces empezamos a tener una mayor conciencia, no sólo de nosotros mismos, sino del ‘otro’ con el que estamos en relación.”
Sí, tenemos que entender cómo funciona la mente.
Râmana Mahârshi, por su parte, niega que exista una mente.
Después de investigar dice Râmana:
“Se descubrirá que la mente no existe. No hay nada más que el Sí mismo. La cosa es inherente al Ser. La mente no importa. Si se busca su fuente, la mente desaparecerá”.
En esta obra se examinan esas diferencias y acuerdos en la obra de estos dos “grandes” de la espiritualidad.
FRAGMENTO DE LA OBRA
“Krishnamurti” por Maurice Frydman
Jiddu Krishnamurti es una figura familiar en las salas de conferencias de todo el mundo. Durante años ha viajado por todo el mundo dando charlas, debatiendo y explicando. ¿Qué impulsa a este hombre a enseñar y en qué consiste su enseñanza? Cualquier idea de beneficio personal puede descartarse desde el principio. Tras toda una vida de trabajo, no ha recaudado fondos, no ha fundado instituciones que le apoyen, no tiene un cuerpo reconocido de seguidores, ni siquiera ha dado a su enseñanza una forma fija con fines de propaganda comercial. Es difícil encontrar un hombre tan indiferente al éxito como él. ¿Le importa tener éxito? Después de observarle durante más de treinta años, uno llega a dudarlo. Si por éxito entendemos popularidad e influencia, poder y prestigio, no tiene nada de eso, a pesar de ser uno de los hombres más viajados y conocidos del mundo.
Fácil, pero difícil…
La causa de su relativo escaso éxito en el mundo radica en su propia enseñanza. Es sencilla y, sin embargo, difícil de entender; fácil y, sin embargo, difícil de comprender en la práctica. No hace concesiones ni intenta rebajarla a un nivel en el que se haga popular, pero el resultado es que su enseñanza parece maravillosamente sencilla a la persona que la ha comprendido. Para el oyente casual, en cambio, la enseñanza de Krishnamurti parecerá metafísica, abstracta, controvertida, ilógica, vaga, contradictoria, repetitiva, etc… No es posible hacer un relato breve pero veraz de sus enseñanzas. Incluso si es largo, puede no ser verdadero. Se puede decir que su enseñanza “crece con el oyente”. Toma forma a medida que se comprende. Sólo se aclara en la acción, y cada paso ilumina el siguiente.
La primera etapa
El primer paso lo formula Krishnamurti en una palabra: “ESCUCHA”. Sólo escucha. No creas ni dejes de creer. No aceptes ni rechaces. Sólo escucha lo que se dice. Escuchar no te compromete a nada. Ni siquiera necesitas formarte inmediatamente una imagen mental clara de lo que has oído. Ni siquiera necesitas intentar comprender. Sólo deja que el hecho de que alguien esté hablando, que tú estés escuchando. Tanto si está claro como si no. Eso es todo. Y si no se domina esta primera etapa, Krishnamurti seguirá siendo incomprendido para siempre. El oyente descubrirá que el simple hecho de sentarse en silencio y escuchar sin aceptación ni rechazo es increíblemente difícil. Descubrirán que no son capaces de limitarse a escuchar, que aceptan o rechazan cosas todo el tiempo, en función de lo que les gusta y lo que no, de sus condicionamientos en la escuela y en la vida, y de sus experiencias pasadas.
El velo del pasado
Cada vez que ocurre algo, la mente, al darle un nombre, lo incorpora al círculo restringido del pasado , mirándolo a través de un velo de recuerdos coloreado por todos los estados emocionales ligados a él. Mirando aún más profundamente, llegará a ver que mientras mire el mundo a través del velo del pasado, sólo podrá revivir [una y otra vez la experiencia pasada]… En otras palabras, la experiencia no le enseña nada. Es fundamentalmente inenseñable, aunque esté alerta en la superficie [y dispuesto a que le enseñen]. Esta toma de conciencia de la esterilidad de sus experiencias pasadas, de la esterilidad de toda su existencia, le sobreviene como un choque violento, y con ella la comprensión del gran sufrimiento del mundo, el dolor de la gran parte de la humanidad atrapada en la continuidad sin sentido y estéril del pasado. La compasión pura da lugar a un deseo feroz: liberarse de toda actitud, de todo deseo de esto en lugar de aquello, de toda predilección, de toda elección, porque toda elección procede del pasado e implica la repetición del pasado.
Profundidad y belleza
No es necesario ir más lejos. Aquellos que se preocupen por hacerlo comprarán un libro de los discursos de Krishnamurti y leerán, sólo leerán. Al poner en práctica lo poco que han entendido, se darán cuenta de la profundidad, amplitud y belleza de su enseñanza. Por otra parte, los que quieran saber “exactamente” de qué habla Krishnamurti para “decidirse” [a adherirse a sus enseñan zas], se irán desconcertados y, al final, abandonarán desesperados a un maestro que no imparte conocimientos, a un profeta sin pro grama, a un lector que se niega a decir adónde ir… Porque hay que admitir que Krishnamurti no hace nada para encontrar a mitad de camino al hombre aficionado a los planes hermosos y grandiosos. Cambia su terminología de un día para otro, saltando de un punto de vista a otro con asombrosa libertad e indiferencia para las “construcciones cinematográficas” que sus oyentes construyen a partir de sus escasas experiencias.
Libertad de expresión
Les dijo una y otra vez:
“No se me puede comprender mediante un conjunto de fórmulas. Escuchad atentamente lo que tengo que deciros y observad en silencio cómo se manifiesta en vuestra vida cotidiana. Puede liberaros del dolor y la estrechez de vuestra existencia, y en esa misma libertad reside la prueba de que lo que digo es verdad. No puede haber ninguna otra prueba válida. La coherencia intelectual no es más que la compatibilidad con el pasado, mientras que la prueba de la Verdad es que te libera totalmente del pasado.”